DANZA

Cerró Valentina Castro el ciclo Deja que la danza te cuente

Boletín No. 1786 - 08 de diciembre de 2018
  • En el Teatro de la Danza Guillermina Bravo, la bailarina narró episodios de su vida como profesional
  • Encuentro organizado por la Coordinación Nacional de Danza del INBA

El Teatro de la Danza Guillermina Bravo acogió al público que disfrutó de la charla que la maestra Valentina Castro impartió en el cierre del ciclo Deja que la danza te cuente. Personajes de la danza en el México del siglo XX, organizado por el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), a cargo de la directora general Lucina Jiménez López.

Anécdotas que hicieron reír y seguramente reflexionar a quienes estuvieron durante la plática que moderó Eunice Sandoval, subcoordinadora nacional de Danza, fueron parte del recuento de la trayectoria de la maestra Valentina Castro al mencionar, entre otras actividades, su paso por el Ballet Mexicano y Ballet Nacional, su labor como docente en la Academia de la Danza Mexicana, el Ballet Folklórico de Amalia Hernández y la Escuela Superior de Música y Danza de Monterrey, principalmente.

Entre los reconocimientos, obtuvo el Premio a la Docencia Académica del INBA, Premio José Limón y en el Encuentro Nueva Danza Nueva Música se le consideró “patrimonio vivo de la danza mexicana”.

En la charla, a cargo de la Coordinación Nacional de Danza, se destacó que, con 83 años de edad, la maestra Castro continúa activa al guiar a las nuevas generaciones que ingresan a la Escuela Nacional de Danza Nellie y Gloria Campobello del INBA.

Inició su charla al referirse a la gente que ha dejado huella en ella. Su primer recuerdo fue para su padre, médico de profesión, a quien calificó de excelente bailarín y quien le enseñó sus primeros pasos de danzón, tango y vals.

Señaló que también fue su padre quien llevó a ella y a su hermana a la Escuela de Gloria y Nellie Campobello, recordó que Nellie era una mujer que imponía, pero a la vez era muy dulce.

Otra mujer que marcó su vida fue Alicia Alonso, a quien conoció en el Palacio de Bellas Artes y le sorprendió de ella su disciplina de hierro y tenacidad para hacer con su cuerpo lo que deseaba.

José Limón la deslumbró con su cuerpo atlético y piernas musculosas, lo consideró “el bailarín que nunca estaba cansado” y refirió algunas anécdotas que vivió a su lado, como una gira que realizaron por Estados Unidos y el bailarín era amigo de los grandes maestros de ese tiempo, además de algunos millonarios benefactores del arte.

Otro episodio que compartió la maestra Valentina fue su encuentro con Martha Graham. Señaló que una vez, mientras realizaba ejercicios de calentamiento, una viejecita entró al salón de clase. Mientras se alineaban las alumnas para saludar a la maestra, escuchó el rumor que la visitante era nada menos que la bailarina y coreógrafa Martha Graham.

Recordó algunos de los consejos que les dio, entre ellos, que la energía debe salir del cuerpo y fluir más allá de los brazos, cuando Graham hizo los movimientos, “vi la energía que salía de su cuerpo al bailar”.

De Doris Humphrey mencionó que daba la impresión de ser frágil y dulce, pero era muy exigente, “esta mujer clavaba su voz en el punto preciso para bien o para mal y eso lo aplicó como maestra”.

Otro caso fue el de Xavier Francis, de quien dijo que la formó como bailarina en cuanto a técnica y exactitud. Señaló que un buen maestro muchas veces saca del alumno lo que ni él mismo sabe que tiene.

Anna Sokolow, bailarina y coreógrafa, le enseñó a prestar atención a cada movimiento e indicó que cuando montó la coreografía Desiertos, con el Ballet Independiente, transformó a toda la compañía.

Al citar a Miguel Covarrubias, mencionó que fue el gestor de la época de oro de la danza mexicana. Además reunía a pintores, músicos, libretistas, bailarines y compositores, entre los que se encontraban José Chávez Morado, Carlos Chávez, José Revueltas, entre otros; crearon repertorios que llevaron a Rusia, China, Italia y Rumania. Incluso refirió que en China los trataban tan bien que subió 10 kilos de peso.

De Guillermina Bravo recordó que decía “todo mundo tiene el derecho de fracasar” y para fracasar hay que actuar; había funciones que eran debut y despedida, por lo que argumentó que la danza mexicana se hace con éxitos y fracasos.

Para cerrar con broche de oro, habló de su último maestro, Ko Murobushi, bailarín y coreógrafo de danza butoh, con quien interpretó algunas de sus coreografías y aprendió que un bailarín debe fluir, tener imaginación y sensibilidad. “Por él volví a bailar, sigo aquí, dando la cara y tengo el derecho de fracasar”.

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