ARTES VISUALES

El INBA otorgará la Medalla Bellas Artes de Arquitectura a Francisco Serrano

Boletín No. 736 - 15 de junio de 2018
  • Participarán José Luis Cortés, Felipe Leal, Miquel Adrià y David Fernández, moderados por Dolores Martínez Orralde
  • Miércoles 20 de junio a las 19:00 en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes

Más de cinco décadas de intenso trabajo, disciplina, creatividad, colaboraciones y reconocimientos configuran la trayectoria de uno de los arquitectos más importantes de México, Francisco Serrano, a quien el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) otorgará la Medalla Bellas Artes de Arquitectura el próximo miércoles 20 de junio a las 19:00 en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.

En la ceremonia participarán José Luis Cortés, Felipe Leal, Miquel Adrià y David Fernández, moderados por Dolores Martínez Orralde, directora de Arquitectura del INBA.

Para Francisco Serrano, merecedor del Premio Nacional de Ciencias y Artes 2003, miembro de la Academia de Artes y quien en su haber cuenta con colaboraciones junto a otros destacados arquitectos como Teodoro González de León y Pedro Ramírez Vázquez, así como con la ganadora del premio Pritzker Zaha Hadid, entre otros, el trabajo en equipo continúa siendo parte fundamental de su quehacer.

“Es un honor recibir la Medalla Bellas Artes. El reconocimiento me lo dan a mí, pero en el fondo es el trabajo de muchísima gente de distintas profesiones: albañiles, plomeros y electricistas, quienes también se apropian de la obra”, comentó al INBA el connotado arquitecto.  

Sentado tras el escritorio de su despacho en la colonia Condesa, rodeado de libros y piezas de arte; de trato generoso y sensible, Francisco Serrano describió su trayectoria como un continuo trabajo en grupo: Aprendí a trabajar así y fui de las primeras generaciones que lo hicieron, donde el crédito era de más de una persona. He tenido la suerte de trabajar con muchos arquitectos de renombre, siempre de igual a igual.

“Desde mis días universitarios, --recordó--tuve el gusto de trabajar en dos proyectos, uno con mi gran maestro Augusto Álvarez y el otro con Juan Sordo Madaleno. Posteriormente hice proyectos con Rafael Mijares, Ramón Torres, Héctor Velázquez, Abraham Zabludovsky; con chicos que han sido mis alumnos como Aurelio Nuño, Carlos Tejeda y Susana García, así como con mis hijos Pablo y Javier.

Autor de obras emblemáticas como la Torre Arcos Bosques, mejor conocida como “El pantalón”, junto a Carlos Tejeda y Teodoro González de León; la Terminal 2 del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México; la Universidad Iberoamericana; y más de una treintena de proyectos premiados, aseguró que no se inscribe en algún estilo en particular, no tiene una obra preferida, ni algún nombre que lo haya marcado, pero puntualizó que es la colaboración con arquitectos de diferentes generaciones lo que ha distinguido su trabajo.

“Tengo la influencia de muchísimos arquitectos. En esta oficina siempre ha habido gente más chica que yo, de mi generación o más grande. Por esta oficina han pasado más de 300 personas, y he tenido la suerte de que mis hijos hayan colaborado en algunos trabajos. Ahora me toca ser el grande, pero siempre con la visión de colaborar con cinco o seis pares de ojos de distintas generaciones. Eso hace que las obras ganen. El trato siempre de igual a igual en todos los sentidos, porque no me gusta que me den la razón en todo”.

Sobre su labor docente señaló: “Yo no quería dar clases, pero mi maestro Augusto me dijo ‘quiero que me ayudes porque a ti te entienden mejor los muchachos’, clásico problema generacional. Di clases en la UNAM, la Ibero y La Salle, en una época en que no había mucho trabajo, lo que me llenaba de gusto y paz económica. No sé qué tanto enseñé, pero aprendí muchísimo: a tener claras mis ideas para poder explicarlas, a hablar con estructura y, la más importante, la relación humana con chicos sanos, abiertos, ganosos de conocer cosas y que a la fecha me siguen dando la fortuna de su amistad. Di clases 25 años y paré porque sentí que la diferencia generacional se imponía, además tenía mucho trabajo y no me gustaba faltar”.

Para él, su profesión es de servicio. “Es hacer que los usuarios, que toda la comunidad, tenga una mejor calidad de vida. Aprovecho para resaltar algo, los clientes son fundamentales en las obras que he hecho, sin ellos yo no hubiera podido hacerlas, porque si dicen sí o no a lo que propongo, en automático se convierten en mis cómplices. Muchos no son personas físicas sino entes morales y sin el apoyo de esas instituciones la obra no hubiera podido ser. Ahora, en la época de la comunicación, todo mundo quiere ser, pero en la arquitectura poco importa, lo trascendente es que el usuario se sienta cómodo, que les guste el edificio. Es lo único que dejamos, es nuestro servicio a la comunidad”. 

   

Soy autocrítico, resaltó. Aplico lo que mi padre me enseñó: Si yo puedo cambiar algo que se está haciendo mal, es mi obligación hacerlo, aunque vaya en contra de la gente; esa es la mejor manera de ser autocrítico. 

Sobre el arte agregó que este ha sido fundamental en su vida. “He contado con grandes amigos: Juan Soriano, con quien me reía mucho por su capacidad autocrítica; en la música, Javier Álvarez y Mario Lavista. En la Academia de Artes conocí a Manuel Álvarez Bravo, Luis Nishizawa y otras personas con las que convivo. Es fundamental estar enterado sobre lo que pasa en el arte, no solo sobre las noticias macabras del mundo, que parece que es lo que llama la atención”.

Las buenas obras mantienen un gran sentido de identidad

La historia de Francisco Serrano es inusual sin duda; de abuelo y padre arquitectos, destacados también, le tocó presenciar, vivir y protagonizar diversas transiciones que han acontecido dentro de la arquitectura mexicana. “Antes de la Primera Guerra Mundial hubo personajes que cambiaron la fisonomía de la Ciudad de México; vino el decó y lo moderno, que me tocó ver cuando era chico a través de lo que hacía mi padre, los primeros cines muy famosos y el primer edificio con roof garden, que fue de él.

  

“Esta es una etapa a la que perteneció el ingeniero Luis Barragán y después, gracias a la influencia que tuvo Juan Sordo Madaleno -gran amigo de él-, lo hace que vuelva a trabajar y es cuando toma otra temática, de la cual, considero, Sordo Madaleno fue el principal innovador, pero el más conocido es Barragán. Al ingeniero Luis lo conocí porque fue amigo de mi papá, era un señor muy amable, muy educado”, recordó.

“Algo destacado de esta transición es la importancia que empieza a tener fuera de México la arquitectura mexicana, que comienza con Ciudad Universitaria. Después vino otra transición con Augusto Álvarez y Juan Sordo, más adelante aparecemos Ricardo Legorreta, Abraham y Teodoro, yo me incorporo a ese grupo. Con el cambio del siglo aparece otra generación, con la que sigo trabajando, que está haciendo que la arquitectura contemporánea llame la atención en el extranjero y, a la vez, permiten que extranjeros vengan a este país. He tenido la suerte de ser invitado a otros países para hablar de lo que sucede aquí, señal del interés por lo que pasa en México.

“Sin embargo, dentro de esa globalización, lo que mantiene México, consciente o inconscientemente, es un gran sentido de identidad en las buenas obras, las cuales consideran el clima, el contexto y la forma de vida. La buena arquitectura -subrayó- da testimonio del momento en el que se hizo, de cómo vivía la gente”.

Tras la retrospectiva a su trabajo, Serrano destacó: “Ahora tengo muchos nietos y me llevo con todos. A lo largo de mi trayectoria he aprendido que la relación humana es mucho más importante que la profesional, ¡ojo!, y al mismo tiempo mi vida es la arquitectura, pues soy arquitecto las 24 horas”. 

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