DANZA
CABARET TRÁGICO
DE ALEJANDRO JODOROWSKY
Escuela Nacional de Danza Clásica y Contemporánea - Teatro Raúl Flores Canelo
Actividad gratuita
Para todo público
Vida académica
RESEÑA

Dirección escénica y adaptación: Jacqueline González.

Intérpretes: Estudiantes de 5.º año de la Licenciatura en Danza Contemporánea. 

 

La versión de la obra de Alejandro Jodorowsky Cabaret Trágico que la maestra Jaqueline González y sus alumnas y alumnos han realizado con humor e inteligencia, trasluce con nitidez los contenidos críticos del texto del autor chileno-mexicano-extranjío (como acostumbraba decir el artista y psicomago). Contenidos que si bien en los tiempos de la redacción original apuntaban hacia las cortedades y mezquindades de la condición humana en general (la vertiente “demens” de nuestra especie a la que hace referencia Edgar Morin en sus últimos libros), en el caso de este montaje se cargan de aterradoras significaciones políticas.

La directora y sus actores y actrices han decidido contextualizar las situaciones dramáticas originales para hacer un comentario irónico y dolido sobre la actual circunstancia social mexicana. De esta forma el miedo a la libertad de los personajes, su cultivo de la ilusión de la empatía, su hábil capacidad de hurtarse a los compromisos éticos, su tributación al narcisismo, su proclividad a la violencia, no son presentados de forma abstracta sino como características de nuestro presente cotidiano.

Este montaje de la obra de Jodorowski evidencia las maneras en cómo nuestras prácticas en la esfera de la micropolítica nos hacen cómplices del orden social que nos sojuzga. Se trata de una puesta en escena en la que se hace una irónica vivisección de los hábitos afectivos que nos llevan a reproducir en nuestros vínculos la cruel lógica de la exclusión y del dominio. Pero paradójicamente, este empeño de lucidez, este negarse de la evasiva edulcoración de nuestra realidad, desarrollados escénicamente con rigor y frescura, con inteligencia y humor develador, es portador de esperanza. Porque ni hay artistas-ciudadanos que recuperan esta obra de los años sesenta para problematizarse y problematizarnos es que hay una necesidad asumida de claridad.

La sonrisa crítica de esta pertinente puesta en escena nos confirma que el buen demonio de la rebeldía -ese que no hace genuflexiones a la resignación- continúa con salud y brío afilados.

Javier Contreras