ARTES VISUALES

Profesionistas y ciudadanos pueden transformar su entorno al saber Cómo leer lo colectivo en el espacio construido

Boletín No. 597 - 30 de abril de 2019
  • Los especialistas Pablo Landa Ruiloba y David Mora Torres presentaron su libro digital en la Sala Adamo Boari
  • Obra dirigida a estudiantes y profesionistas que preparan proyectos de arquitectura o diseño social y a los habitantes que buscan comprender el espacio público en el que viven

En la Ciudad de México y las grandes urbes del país, en los años recientes los distintos tipos de propiedad de una vivienda han afectado enormemente las relaciones sociales en sus respectivos entornos, de tal forma que cada día son menos los espacios públicos para la vida social y para la urgente necesidad de crear comunidad.

En lo anterior coincidieron los arquitectos Pablo Landa Ruiloba y David Mora Torres durante la presentación del libro digital Cómo leer lo colectivo en el espacio construido, que se llevó a cabo en la Sala Adamo Boari del Palacio de Bellas Artes, en un acto organizado por la Dirección de Arquitectura y Conservación del Patrimonio Artístico Inmueble del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL).

En una charla moderada por Dolores Martínez Orralde, subdirectora general de Patrimonio Artístico Inmueble del INBAL, los autores señalaron que el libro hace un repaso a la tipología de las colonias y a los elementos construidos en el paisaje, como punto inicial para la exploración de la relación que existe entre la organización social y espacial en la Ciudad de México.

Los arquitectos Landa Ruiloba y Mora Torres concibieron el documento como material de apoyo para el Taller de activación de la imaginación política, ensayado en la Universidad Autónoma Metropolitana, campus Xochimilco, en junio de 2018 e impartido por primera vez en el Taller Carlos Leduc Montaño de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México en octubre del mismo año.

Libro dirigido a la población en general

Está dirigido a estudiantes y profesionistas que preparan proyectos de arquitectura o diseño social y que empiezan a explorar el territorio —dijo Landa Ruiloba—, pero también a los habitantes de la ciudad que intentan entender su entorno, recuperarlo, intervenirlo y transformarlo.

“Para intervenir un espacio es importante estudiar sus relaciones y prácticas; y para activar un proceso social conviene entender los sitios concretos en los que tiene lugar”, afirmó Pablo Landa, quien comentó que el documento está dividido en tres secciones: Qué es una colonia, Elementos en el paisaje e Identificar y fomentar formas de organización.

En la práctica, dijo David Mora durante su intervención, las ciudades se construyen y se transforman mediante acciones promovidas por particulares que establecen patrones o detonan ciertos procesos. Es decir, muchas veces son los propios pobladores, y no profesionales externos, quienes dan forma a las ciudades. “Entender las dinámicas de poder y modos de organización de una comunidad permite potenciar y encauzar los procesos de transformación urbana desde la base”.

Los tipos de propiedad afectan las relaciones sociales

En ese sentido, Pablo Landa aseveró que, en la actualidad, los distintos tipos de propiedad de la vivienda afectan el tipo de relaciones sociales en los lugares. “En décadas pasadas hubo un momento que en el discurso de la política pública se planteó como deseable que cada quien fuera dueño de una vivienda, que cada quien tuviera las escrituras de su casa, pero con el paso del tiempo prácticamente se acabó la vivienda y los espacios colectivos”.

Se dio también una transición en el paso de las vecindades a conjuntos habitacionales después del sismo de 1985, dijo el arquitecto Landa. “Las vecindades eran propiedad alquiladas o de un dueño que las ofrecía con rentas congeladas, y eso era un desastre, pero obligaba a que la gente estuviera organizada, en este caso, para defender sus derechos como inquilinos, defender el derecho de quedarse ahí, que no los sacaran y que hubiera cierto grado de mantenimiento en las vecindades para que no fueran a colapsar, como sucedía mucho antes del sismo del 85.

“Hoy vecinos de la colonia Guerrero, por ejemplo, dicen que hubo una gran organización vecinal y luego del sismo de 1985 se construyeron edificios con un departamento para cada familia, y pidieron que las cocinas miraran al patio para que las señoras tuvieran visibilidad de sus hijos jugando, para saber lo que pasaba en esos espacios y en determinado momento defender su espacio vital”, mencionó el especialista.

Agregó: “Posteriormente, en el momento que las viviendas se volvieron privadas, se cerraron las ventanas, se fueron para la parte de atrás y las casas dejaron de ver hacia un espacio colectivo y de tener interacción con determinados grupos y se empezaron a hacer más herméticas las casas, las familias, la vida citadina”.

Ante la necesidad de conocer la ciudad y de reapropiarse del espacio público, Mora Torres destacó que otro fenómeno que ha afectado a las viviendas y a las colonias y, desde luego, a la gente que las habita, “es la pérdida del espacio público, es decir, las nuevas colonias y viviendas cada vez tienen menos espacios públicos, como canchas deportivas o centros de entretenimiento, por ejemplo; se han perdido mucho los lugares donde había kioscos, se hacía teatro o donde la gente simplemente iba y se reunía, socializaba. Eran punto de reunión”.

“Hoy pudiera ser bueno o malo tener puntos de reunión, pero ese punto de reunión a final de cuentas, si la colonia se organiza o actúa en conjunto, no tiene que ser malo, no lo son, no todos. Hay colonias y gente que decide apropiarse del espacio público en el buen sentido de la palabra y lo aprovechan para el bien de todos”, concluyó Mora Torres.

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