MÚSICA

Ángela Peralta, una voz inigualable en el bel canto mexicano

Boletín No. 1019 - 06 de julio de 2019
  • El barrio de Las Vizcaínas la vio nacer el 6 de julio de 1845; los grandes escenarios de Europa escucharon su canto angelical

Con una carrera sorprendente, tanto por su voz como por su capacidad para componer canciones y hablar otros idiomas, María de los Ángeles Manuela Tranquilina Cirila Efrena Peralta Castera, mejor conocida como Ángela Peralta fue una de las mexicanas que conquistó al público a través del bel canto. A nivel internacional. 

Nacida el 6 de julio 1845 en el barrio Las Vizcaínas, la joven cantante se presentó en Turín, Génova, Nápoles, Roma, Florencia, Bolonia, Lisboa, París, Barcelona, Madrid, El Cairo, Alejandría y San Petersburgo. De regreso a América, Ángela Peralta actuó ante los públicos de Nueva York y La Habana, así como en distintas ciudades de México.

Su talento fue reconocido desde los ocho años de edad, cuando cantó la cavatina del Belisario de Gaetano Donizetti, lo que le permitió ganar una beca para estudiar en el Conservatorio Nacional de Música.

Entre sus maestros destaca la influencia de Agustín Balderas, miembro del jurado del Concurso para musicalizar el Himno Nacional. A los 15 años debutó en el Gran Teatro Nacional, interpretando a Leonora de El Trovador de Verdi, a partir de ahí la fama la acompañó hasta los 38 años de edad.

Ángela Peralta, máxima estrella del canto mexicano tuvo como sobrenombre El ruiseñor mexicano y en Italia la conocían como “Angelica di voce e di nome”, es decir: “Angélica de voz y de nombre”.

La diva del bel canto se presentó ante reyes –Victor Manuel II y su esposa- y el mismo Papa Pío IX mencionó: “Así se canta en el paraíso, ya puedo morir tranquilo porque ya conocí como cantan los ángeles en los dinteles de la gloria”. Incluso Maximiliano de Habsburgo y Carlota, organizaron su regreso para escucharla en la Ciudad de México.

Discípula de Pietro Lampertti, la cantante mexicana hizo historia el 13 de mayo de 1862 cuando, en función memorable en el Teatro de la Scala de Milán, interpretó Lucia de Lammermoor al salir al escenario en 32 ocasiones para agradecer las ovaciones de los asistentes.

En 1871 volvió a nuestro país para realizar una gira por los estados de la República Mexicana y luego viajó nuevamente a Europa. En 1877 regresó definitivamente a México para presentar, con el más rotundo éxito, la ópera Aída, de Giuseppe Verdi, en el Gran Teatro Nacional, donde también estrenó Gino Corsini, ópera del mexicano Melesio Morales.

Otra de sus cualidades fue tocar arpa y componer algunas piezas; fue autora de la galopa México, de la danza Un recuerdo a mi patria, la fantasía Nostalgia, los vals Adiós a México, Né m'oublie pas y Absence ; la fantasía Pensando en ti, la romanza Margarita, el chotis Retour  y las melodías Sara y Lejos de ti.

Ya con fama, integró su compañía y con ella se mantuvo durante un par de años, hasta que llegó a Mazatlán, donde falleció en 1883.

Algunos diarios de la época señalaron que entre los 80 mexicanos que acompañaban a Ángela Peralta al puerto de Mazatlán se encontraba el también compositor Juventino Rosas.

Debido a que fue una de las sopranos mexicanas más vitoreadas en la historia de la ópera, varios teatros de la República Mexicana llevan su nombre; sus restos se encuentran en la Rotonda de las Personas Ilustres, a donde fueron trasladados en 1937.

A un costado del Palacio de Bellas Artes, como reconocimiento a su trayectoria como la más grande de las artistas mexicanas del bel canto, el Corredor Cultural lleva el nombre de Ángela Peralta.

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