La obra de María Izquierdo, ventana de arte mexicano al mundo
- Su trabajo artístico para representar las tradiciones populares mexicanas conquistó al público en París, Tokio, Estados Unidos, Brasil e India
- La obra de la artista nacida el 30 de octubre en Jalisco destaca también su labor en el que expone la problemática de la mujer
A más de un siglo de su nacimiento, la obra de María Cenobia Izquierdo Gutiérrez, primera artista plástica en exponer fuera de México, mantiene un lugar preponderante en la historia del arte en el país. Su talento conquistó no sólo al público del Art Center de Nueva York, sino al de París, Tokio, Los Ángeles, San Francisco, Río de Janeiro y Bombay, incluidos quienes acudían a los bares en colonias populares de la hoy Ciudad de México.
Originaria de San Juan de los Lagos, Jalisco, donde nació el 30 de octubre de 1902, contrajo matrimonio a los 15 años con el militar Cándido Posadas, con quien tuvo tres hijos; en 1928, ya divorciada, ingresó a la Escuela Nacional de Bellas Artes (ENBA) de la cual Diego Rivera era el director, y a quien la calidad del trabajo de la artista atrajo su atención.
En la ENBA contó con maestros como Germán Gedovius y Manuel Toussaint, y se relacionó con Rufino Tamayo, quien le enseñó técnicas de acuarela y aguazo.
La Galería de Arte Moderno del Teatro Nacional, actual Palacio de Bellas Artes, fue sede de su primera exposición individual en 1929, cuando tenía 27 años, para la que contó con el apoyo de Diego Rivera, quien la consideraba una promesa del panorama artístico.
Un año después, Frances Flynn Payne la invitó a mostrar sus obras en el Art Center de Nueva York, donde ya habían expuesto Rufino Tamayo y José Clemente Orozco. Una muestra de 14 óleos con retratos, paisajes, naturalezas muertas y estudios fue lo que llevó la pintora.
En esa ciudad estadounidense, el curador René d’ Harnoncourt conoció su trabajo y decidió incorporarla a la exposición Mexican Arts (de arte popular y pintura) organizada por la American Federation of Arts en el Metropolitan Museum, la cual incluía obras de Rufino Tamayo, Diego Rivera y Agustín Lazo, entre otros.
A partir de 1931 dio clases en la Escuela de Artes Plásticas de la Secretaría de Educación Pública y se integró a la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR), en la que su contribución al movimiento nacionalista fue dar a conocer el folclor y las fiestas y tradiciones populares mexicanas.
El escritor Octavio Paz la describió “como una diosa prehispánica con un rostro de lodo secado al sol y ahumado con incienso de copal. Muy maquillada, con un maquillaje antiguo, ritual. Labios de brasa, dientes caníbales, narices anchas para aspirar el humo delicioso de las plegarias y los sacrificios; mejillas violentamente ocres, cejas de cuervo y ojeras enormes rodeando unos ojos profundos. El vestido era también fantástico: telas azabache y solferino, encajes, botones, dijes, aretes fastuosos, collares opulentos. Pero aquella mujer con aire terrible de diosa prehispánica era la dulzura misma. Tímida, íntima”.
Antonin Artaud se entusiasmó con los cuadros de María Izquierdo cuando viajó a México en 1936, la promovió en su país y en 1937 la obra de la artista se expuso en París, en la galería Van den Berg.
Escritores del grupo de Los Contemporáneos, como Xavier Villaurrutia, Jorge Cuesta, José Gorostiza y Carlos Pellicer, se interesaron por la obra de María, desbordante de color; Rafael Solana, la consideró como surrealista.
En 1938 se relacionó con el pintor chileno Raúl Uribe, con quien se casó. Uribe se convirtió en su principal promotor, le ayudó a vender su obra a diplomáticos y le propuso realizar múltiples retratos por encargo. A esta producción se sumaron autorretratos y “naturalezas vivas”, escenas que conjuntan objetos disímbolos en composiciones misteriosas, ambiguas.
A principios de 1945 estuvo a punto de ser la primera mujer en pintar un mural en oficinas gubernamentales, específicamente en el cubo de la escalera del antiguo Palacio del Ayuntamiento.
Desafortunadamente, las críticas de Rivera, Orozco y Siqueiros impidieron que tal proyecto se llevara a cabo y el jefe del entonces Departamento del Distrito Federal, Javier Rojo Gómez, canceló el contrato.
La artista ya había elaborado el boceto en el que mostraría el progreso del país en los años cuarenta, mostrando por un lado el pasado prehispánico, representado por un indígena y, por el otro, la fusión entre un obrero y un revolucionario, con un hombre que porta una carabina y manipula una máquina; además de incluir a la mujer en un papel principal.
En 1948, la artista sufrió de parálisis en la mitad de su cuerpo derecho; no obstante, continuó pintando con el brazo izquierdo. Divorciada nuevamente, María Izquierdo murió en 1955 a causa de una embolia, y en un entorno de pobreza.
En la obra de Izquierdo Gutiérrez también destaca el papel que otorgó a la mujer, al visibilizar su diversa problemática y mostrar sus espacios; la mayoría de su obra se encuentra en el extranjero.
Autorretratos, paisajes, naturaleza y tintes surrealistas, conforman su obra, cuya principal característica es el uso de intensos colores. Entre sus trabajos destaca Retrato de Belém, Niñas durmiendo, La sopera, El teléfono, Escena de circo, Orquídeas, Viernes de Dolores y Llamas de Machu Pichu. En 1939 pinta Retrato de Juan Soriano y, en 1941, Retrato de María Asúnsolo.
Fue el 22 de noviembre de 2012, 110 años después de su nacimiento, cuando sus restos se depositaron en la Rotonda de las Personas Ilustres en el Panteón de Dolores.
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