LITERATURA

Inés Arredondo supo descifrar la complejidad de la contradicción humana

Boletín No. 1704 - 02 de noviembre de 2019
  • 30 años de su muerte, la obra de la escritora sinaloense nacida en A 1928 marca aún a las nuevas generaciones
  • Perteneció a la Generación de medio siglo, que se considera la que ha alcanzado mayor compromiso con el arte

Inés Amelia Camelo Arredondo (Sinaloa, 1928 – Cd. de México, 1989), una de las más sobresalientes cuentistas mexicanas, murió en un día como hoy de 1989. 

La escritura de Inés Arredondo tiene un significado singular dentro de la producción literaria de su generación y marca un parteaguas en la escritura mexicana, porque abordó una temática complicada aún en la actualidad: erotismo, locura, muerte, perversión, incesto, voyerismo, infidelidad, autoritarismo y traición, entre otros temas.

Su literatura, considerada un insulto a las buenas conciencias mexicanas, debido a que retrató una sociedad con secretos inconfesables, le valió un prolongado autoexilio de su tierra natal. Finalmente volvió a recibir la Medalla Fray Bernardo de Balbuena otorgada por el gobierno del estado (primera emisión, 1986), se le entregó el Doctorado Honoris Causa por parte de la UAS (1987) y fue acreedora a varios homenajes. Además de que un importante recinto lleva su nombre.

Autora de una obra breve: La señal (1965), Río subterráneo (1979), con el que obtuvo el Premio Villaurrutia, y Los espejos (1988), además de un cuento para niños titulado Historia verdadera de una princesa (1984), en 2012 el Fondo de Cultura Económica (FCE) publicó Cuentos completos, edición en la que se incluyen tres relatos inéditos.

Su labor como crítica literaria y ensayista quedó plasmada en una serie de textos sueltos publicados en distintas revistas y suplementos culturales de México a lo largo de su trayectoria y en los que dejó huella como lectora inteligente y promotora cultural. Hoy estos textos se encuentran reunidos bajo el título Ensayos (FCE, 2012), entre los que destacan sus trabajos autobiográficos y el extenso estudio que Arredondo realizó sobre Jorge Cuesta para presentar su maestría: una investigación original y novedosa con la que logró mención honorífica. En la que analiza, por primera vez en México, la poética de uno de los principales exponentes del grupo Los Contemporáneos, de quien Arredondo y su generación eran fieles seguidores.

Según el catedrático Lauro Zavala, “El cuento mexicano de las décadas de 1950 a 1960 se caracterizó, en general, por ser una expresión de angustia existencial, desesperación, tedio, soledad y aislamiento introspectivo, y el realismo fue la técnica narrativa dominante. Los escritores paradigmáticos de este periodo son García Ponce, Galindo, Melo, Garro y Arredondo”.

En 1947, Inés ingresó a la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM a estudiar Letras hispánicas. Durante su estancia convivió con Rubén Bonifaz Nuño, Rosario Castellanos y Jaime Sabines, y entre sus maestros figuraron Carlos Pellicer, Francisco Monterde y Julio Torri. También estudió arte dramático y biblioteconomía.

En este periodo conoció a varios de los exiliados españoles. Laboró en la Biblioteca Nacional, posteriormente impartió cátedra en la Escuela de Teatro de Bellas Artes, sustituyendo a Emilio Carballido. Fue colaboradora del Diccionario de Literatura Latinoamericana y del Diccionario de Historia y Biografía Mexicanas.

Arredondo perteneció a la Generación del Medio Siglo, también bautizada como grupo de la Casa del Lago o grupo de la Revista Mexicana de Literatura. Cuyos miembros no sólo desarrollaron una obra creativa y crítica en teatro, cine, pintura, escritura, sino marcaron y dieron cauce a la cultura en México. Un objetivo primordial de estos jóvenes fue dejar de lado los sentimientos nacionalistas y, en el caso los escritores, se alejaron de la literatura indigenista para lanzarse a una expresión literaria más universal.

Inés, quién suprimió el apellido paterno en recuerdo a su abuelo materno, fue merecedora de la beca Farfield Foundation, de Nueva York (1962) y beneficiaria de la beca del Centro Mexicano de Escritores (1961 a 1962).

“Eligió la soledad y la obra escueta en lugar de la producción prolífica y la algarabía de la socialité literaria de nuestro país”, comentó Juan García Ponce.

Murió como vivió: en silencio. “Cambia el canal de la televisión -le pidió a su esposo” y en el acto se fue.

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