Sor Juana Inés de la Cruz cultivó la poesía, la lírica, el teatro y la prosa
- Este 12 de noviembre se recuerda el natalicio de Juana Inés de Asbaje, una de las escritoras más emblemáticas del siglo XVII
La Secretaría de Cultura del Gobierno de México y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) recuerdan este 12 de noviembre el 372 aniversario del natalicio de Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, mejor conocida como Sor Juana Inés de la Cruz.
Su amplio legado la configura como una de las máximas exponentes del siglo de oro de las letras y las artes hispánicas, además de una de las mujeres pioneras en la lucha por la igualdad de género, distinción que se le ha refrendado en pleno siglo XXI.
La Coordinación Nacional de Literatura del INBAL conmemorará a la Décima musa el domingo 15 de noviembre a las 12 horas en sus redes sociales con la Guardia de amor a Sor Juana Inés de la Cruz donde participarán Judith Farré Vidal, Margo Glantz, Carmen Beatriz López Portillo, Beatriz Mariscal Hay, Sara Poot Herrera, Manuel Ramos Medina y María José Rodilla, en una sesión dedicada a María Águeda Méndez y Claudia Parodi; asimismo, el martes 17 de noviembre a las 17 horas se realizará la charla Conversaciones en el marco del natalicio de Sor Juana Inés de la Cruz, con la intervención de Kyra Galván e Ignacio Casas.
La profesora e investigadora universitaria Magdalena Galindo describe a la también llamada Décima musa como “criolla y mexicana por nacimiento, heredera de un conocimiento que no se circunscribió a la literatura, sino que se extendió a las ciencias; por el momento histórico en que surge y por derecho propio, Sor Juana Inés de la Cruz es la verdadera fundadora de la cultura mexicana”.
Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana nació en San Miguel Nepantla, Estado de México, el 12 de noviembre de 1648. La autora del poema Hombres necios que acusáis…, cultivó la lírica, el auto sacramental, el teatro y la prosa. Por su amplia obra que desbordó los géneros fue atacada en vida, vilipendiada durante dos siglos y reconocida tres siglos después como una mujer emblemática y única, adelantada a su tiempo.
De abuelos llegados a la Nueva España procedentes de Andalucía, Sor Juana creció principalmente entre las haciendas de Nepantla y Panoaya junto a su abuelo materno, pues su padre estuvo ausente. A la muerte del abuelo, la madre de Juana se hizo cargo por completo de las haciendas y de sus seis hijos.
A los 15 años llegó a la “muy noble y leal Ciudad de México”, con su tía María, donde aprendió labores del hogar y empezó a recibir sus primeras lecciones de gramática latina y en 1665 ingresó a la Corte virreinal.
En el verano de 1667 llegó al convento de San José de las Carmelitas Descalzas, el cual abandonó meses después por motivos personales al no aceptar las durezas de la orden teresiana. Hacia el año de 1668 ingresó como novicia al convento de San Jerónimo (fundado en 1585), donde profesó como religiosa el 24 de febrero de 1669.
Ahí pasaría el resto de su vida la joven monja; aproximadamente 27 años, pero durante el tiempo que estuvo ahí sobresalió, más que en el ejercicio religioso, en la escritura y en la administración del convento del que fue contadora durante nueve años. Sor Juana convivió fraternalmente con los marqueses de Mancera, a quienes dedicó parte de su poesía. En 1674 murió su protectora, la marquesa Leonor Carreto, pero su buena relación con la Corte le permitió escribir más cada día, por lo que dos años después se publicaron algunos de sus villancicos.
Transcurría 1680 cuando se empeñó en hacer el Arco Triunfal del Neptuno, alegórico para recibir a los nuevos virreyes de la Nueva España: los marqueses de la Laguna. Bajo su cuidado, la fama de la monja jerónima y su madurez en las letras se incrementaron, recibiendo apoyos económicos para sus proyectos personales y conventuales.
Sin embargo, su situación con el clero fue más difícil e incluso la obligaron a entregar su obra. No obstante, fue transcrita por sus compañeras jerónimas y cuando los virreyes partieron, se le entregó para que se publicaran en España y logró salir a la luz una buena parte.
La época dorada
El gobierno del marqués de la Laguna (1680-1686) coincide con la época dorada de la producción de Sor Juana. Escribió versos sacros y profanos, villancicos para festividades religiosas, los autos sacramentales El divino Narciso, El cetro de José y El mártir del sacramento, y dos comedias: Los empeños de una casa y Amor es más laberinto. También sirvió como administradora del convento, con buen tino, y realizó experimentos científicos. Se recuerda en especial sus famosos intercambios de cartas con hombres en su lucha por el derecho a escribir.
La mayor parte de su obra se publicó en un volumen en Madrid, conocido como Inundación Castálida (1689). En esta edición española se dan a conocer todos los poemas de Sor Juana que ya la habían consagrado como una poeta de la vida, del amor y de los requiebros de los desamores; también ahí se encuentran sus conocidos sonetos, romances, redondillas, endechas, liras y otros géneros líricos. La lamentable pérdida de manuscritos, cartas y documentos presentan un sinfín de interrogantes sobre su vida, sumisiones y negociaciones que la jerónima emprendió para desplegar su escritura.
La perspectiva de autores
Octavio Paz, poeta, escritor y Premio Nobel de Literatura 1990, afirma en su libro Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe que la sociedad en que la autora vivió tenía un carácter absolutamente masculino. La única posibilidad que tenía de penetrar en el mundo cerrado de la cultura masculina eran la Corte y la Iglesia.
La escritora Margo Glantz, por su parte, dice que, dada la definición de mujer de Fray Luis de León como cosa de poco ser y que de tener virtudes se deberá a algún don singular de Dios, “Sor Juana es entonces un producto divino, ha recibido dones de virtud extraordinarios, singulares; no se ajusta en absoluto a la definición de lo femenino en su tiempo. Su sabiduría provoca ‘espanto’, causa horror…”.
En tanto, la estudiosa italiana Alessandra Riccio plantea que Sor Juana, indirectamente, criticó varios aspectos sociopolíticos del sistema colonial, lo que finalmente le granjeó reproches y órdenes de sus superiores para que dejara de escribir. Dichas alusiones pueden observarse en su Carta Atenagórica (1690) y en Respuesta a Sor Filotea de la Cruz (1692), pero también en sus loas y autos sacramentales. Sor Juana Inés de la Cruz murió el 17 de abril de 1695. El Fondo de Cultura Económica (FCE) publicó su obra completa en cuatro tomos durante 1951-1957.
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