ARTES VISUALES

Tres arquetipos, tres naturalezas. La estética grecorromana de Bernard de Montfaucon, curaduría de Marco Arce

Boletín No. 196 - 24 de febrero de 2016
  • Muestra de la relación entre divinidad, humanidad y naturaleza
  • Se presentará en la Sala Manuel Tolsá del Museo Nacional de San Carlos a partir del 25 de febrero
  • La museografía recrea la forma circular del templo de Vesta

Con la finalidad de abordar las complejas relaciones que se dan entre divinidad, humanidad y naturaleza, Marco Arce tomó tres personajes femeninos grecorromanos para acercar al público, a grandes rasgos, al complejo sistema de signos y elementos que esa cultura utilizó para explicar el mundo que nos rodea.

De esta forma, en la muestra Tres arquetipos, tres naturalezas. La estética grecorromana de Bernard de Montfaucon, que será inaugurada el jueves 25 de febrero en el Museo Nacional de San Carlos, conviven Vesta, Proserpina y Leda, personajes mitológicos que ayudan a comprender la producción cultural de una comunidad íntimamente entrelazada por un complejo tejido de relaciones interconectadas.

Marco Arce inició este proyecto al revisar el acervo gráfico del Museo Nacional de San Carlos, con especial énfasis en las 72 láminas extraídas de L’Antiquité expliquée et représentée en figures (15 volúmenes,  Paris, 1719-1733) del monje benedictino Bernard de Montfaucon (1655-1741), las cuales representan poco más del diez por ciento del total de grabados que custodia el recinto.

Se trata de un importantísimo documento que da cuenta de la primera gran enciclopedia del arte antiguo (griego y romano principalmente), para la cual se imprimieron más de tres mil placas de grabados.

Probablemente, explica el artista, la parte más importante en la curaduría fue encontrar, dentro de la propia colección del museo –como la obra de Juan Cordero La princesa romana vestida de Vestal, que forma parte de la exhibición– y en otras instituciones, las piezas que pudieran entablar un diálogo con los grabados mismos, por lo que acudió a diversos acervos, como el de la Academia de San Carlos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y la colección de la Facultad de Arquitectura de la UNAM.

Por otro lado, se planteó una atrevida propuesta museográfica para hacer que, en la medida de lo posible, los visitantes, al recorrer el espacio de la Sala Manuel Tolsá del recinto, tengan una experiencia que complemente algunos de los temas que giran alrededor de cada una de las deidades o personajes de la exposición. Así, se transformó la sala en un círculo que recrea el templo de Vesta.

Una de las grandes divinidades romanas era Vesta, la diosa del fuego doméstico. Su culto desapareció ya bien entrado el cristianismo. El templo de Vesta es de forma circular, lo cual lo identificaba con la Tierra, y al carecer de ángulos propaga una libre expansión hacia cualquier lado.

El trono de Vesta era el inmutable centro del cosmos y representaba lo fijo e inamovible. En él permanecía el fuego sagrado que jamás debía apagarse, para lo cual seis sacerdotisas –seleccionadas desde niñas dentro de las familias más poderosas de Roma, y quienes debían permanecer vírgenes durante todo el período de sacerdocio, que duraba 30 años– tenían la obligación de cuidar la llama eterna.

Proserpina, hija de Ceres, diosa de los cereales, y de Júpiter (Zeus en la mitología griega), fue secuestrada mientras recogía flores por el dios del inframundo, por lo que estaría destinada a ser la reina del inframundo.

Pero los lamentos de su madre hicieron que Júpiter mandara a Mercurio a interceder ante Plutón, y se logró que Proserpina regresara a ella, quien la recibió llenando de flores los campos. Proserpina habitará alternativamente dos niveles de la naturaleza: la superficie fértil y otra subterránea y obscura. Encarnará, pues, la temporalidad cambiante y cíclica de la naturaleza.

Seducida por Zeus –quien para ello tomó la forma de un cisne–, Leda, esposa del rey de Esparta Tindáreo, dio a luz a cuatro hijos: Helena y Pólux, inmortales e hijos de Zeus, y Clitemnestra y Cástor, mortales e hijos de Tindáreo. La naturaleza misma del cisne resulta fascinante al ser un ave acuática, ya que une elementos contradictorios: aire y agua.

La conjunción de lo divino con el reino animal también resulta en una serie de contradicciones, las cuales el ser humano heredará en la persona de Helena, mujer tan hermosa como fatídica, al causar, o ser la excusa, de la guerra de Troya.

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