ARTES VISUALES

Rescatan el legado del artista Francisco Montoya de la Cruz con el catálogo El muralismo en Durango

Boletín No. 777 - 22 de junio de 2018
  • Él, como los grandes muralistas, fue un rebelde, un idealista que vivió y expresó una verdad histórica: Francisco Rugo Montoya Burciaga
  • Este volumen no solo nos abre la puerta al conocimiento de un artista, sino a la reflexión de nuestro patrimonio cultural: Juan Ángel Chávez Ramírez

A pesar de ser una pieza importante del muralismo en México, a Francisco Montoya de la Cruz no se le ubica dentro del grupo de las grandes figuras de este movimiento, pues según su hijo, Francisco Rugo Montoya Burciaga, el artista, tan pronto finalizó su formación, regresó a su tierra natal, Durango, para continuar ahí su trabajo y fundar importantes instituciones educativas, como la Escuela de Pintura, Escultura y Artesanías de la Universidad Juárez del Estado de Durango, primera escuela de arte del norte del país.

Con el objetivo de rescatar el trabajo y legado del también escultor y grabador, el Instituto de Cultura del Estado de Durango presentó anoche, en la Sala Adamo Boari del Palacio de Bellas Artes, el catálogo El muralismo en Durango, que ofrece más de 75 imágenes de cinco murales, algunos localizados en el Museo Francisco Villa de Durango, y textos de José Chávez Morado, Evodio Escalante, Olga Arias y Elizabeth Linden, entre otros, que ponen de relieve la trascendencia de Montoya de la Cruz.

Durante la presentación, Dalila Rivas Coronel, encargada del proyecto editorial, comentó que “Francisco Montoya de la Cruz fue un posrevolucionario, un muralista tardío que estuvo bajo la enseñanza e influencia de grandes muralistas como Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros, por lo que su obra habla de problemas sociales. Muchos de sus murales cubren las paredes de importantes recintos, como la Universidad del Estado de Durango y centros culturales”. 

Francisco Rugo Montoya Burciaga aseguró también en el evento que este libro “es un rescate oportuno, un proyecto que difunde y da a conocer la obra del duranguense, a quien le corresponde un lugar relevante en la historia del muralismo nacional por su aportación en la construcción del arte mexicano, vocación heredada de su padre Benigno Montoya, también pintor, escultor y arquitecto autodidacta”.

Agregó que su padre “fue un artista que a sus 16 años presenció fusilamientos en la vía pública, colgados en postes, pero también vio a mexicanos esperanzados que podían dar su vida por un ideal social. Esto acusa un rasgo esencial en su pintura, en la que está expresada la lucha por la tierra, la libertad y un nuevo sentido de justicia. Él, como los grandes muralistas, fue un rebelde, un idealista que vivió y expresó una verdad histórica”.

Recordó que el artista, estando en el Instituto de Arte de Chicago, anhelaba su tierra: Escribió que su ideal era, algún día, hacer algo bueno para su país, por su tierra desconocida, abandonada y despedazada por la ignorancia. En esos momentos, sus pensamientos estaban depositados en recuperar la cultura, las tradiciones y todos los rasgos del espíritu popular que conforman la identidad duranguense.

“En sus murales podemos encontrar un fuerte espíritu propositivo, fundamentado en fuentes etnográficas, históricas y arqueológicas. Así, el joven artista pretendió despertar la conciencia dormida de su tierra. Él pudo haber alcanzado un lugar en la asignación de murales de la Ciudad de México, sin embargo, sujeto al interés personal por regresar a su tierra natal y establecer su escuela de arte, se alejó del medio muralista y, tal vez, del reconocimiento que alcanzaron sus compañeros de academia”.

El muralismo en Durango, que rescata la obra no solo de un artista sino de un fundador de instituciones, “está escrito en dos secuencias: la primera parte recupera aspectos distintivos de sus inclinaciones artísticas; la segunda, nos habla de sus realizaciones. Lo acompañan con sus escritos cuatro ilustres intelectuales, un muralista, un escritor, una poeta y una alumna”.

En su oportunidad, el abogado Juan Ángel Chávez Ramírez subrayó que este volumen significa un parteaguas en la historia y recuperación de un artista sin igual. “Pone de relieve tres asuntos esenciales: que se trata de un artista mexicano que no ha tenido el reconocimiento que se merece en el ámbito nacional y en la historia de la plástica mexicana, que durante mucho tiempo fue ignorado por sus propios coterráneos, y que se trata de un gran maestro, formador de generaciones de pintores, escultores y artesanos.

“Este volumen no solo nos abre la puerta al conocimiento de un artista, sino a la reflexión de nuestro patrimonio cultural, a las políticas culturales orientadas al reconocimiento de nuestros artistas e intelectuales como lo hacen otras entidades del país, y al estudio y protección de las obras generadas por nuestros artistas locales”, concluyó.

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