Arte barroco y contemporáneo, reunidos en la exposición La palabra es de plata, el silencio de oro
• El Museo Nacional de Arte presenta obra del artista guatemalteco Darío Escobar, la cual se podrá visitar a partir de este 8 de junio
Un diálogo abierto con la colección virreinal del Museo Nacional de Arte (Munal), a partir de una selección de 32 piezas del artista guatemalteco Darío Escobar, integran la exposición La palabra es de plata, el silencio de oro, en la cual conviven la tradición artística novohispana y el arte contemporáneo.
La muestra permanecerá abierta al público a partir de este 8 de junio en las salas virreinales del recinto, como parte de los festejos por su 40 aniversario y dentro de la estrategia #VolverAVerte de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal).
La idea del arte barroco en general, especialmente en América, se asocia frecuentemente a la exuberancia de los siglos XVII y XVIII. Las formas y superficies de la escultura, pintura y arquitectura muestran una apariencia de abundancia orgánica, viva y animada. Gracias a su singular visión sobre las imágenes coloniales de su natal Guatemala —generalmente relacionadas con el imaginario católico—, Darío Escobar presenta una colección en la cual los objetos de la vida cotidiana se transforman, invitando al espectador a reflexionar sobre los diálogos, contraposiciones y significados que encuentran espejo con el arte barroco novohispano.
La exposición comienza con una instalación en el vestíbulo del antiguo Palacio de Comunicaciones y Obras Públicas, donde el acero y el vidrio se miran en el proyecto arquitectónico porfiriano de Silvio Contri.
Tres monopatines con preciosistas repujados en plata conviven con los ángeles de Baltasar de Echave Orio, Luis Juárez y José Juárez. Las figuras Anverso y reverso y Esfera No. 1 anuncian como “rompimiento de Gloria” el diálogo entre la Tierra y lo celeste, y se elevan sobre pinturas que formaron parte del retablo mayor de la Iglesia de Santiago Tlatelolco. De igual forma, en guiños sinuosos, Kukulkán I replica el movimiento de los cortinajes marianos. Es también aquí donde el paño de pureza de Jesús incide en el Ecce Homo II de una camiseta de poliéster con pigmentos que presentan símbolos mesiánicos de nuestra cultura contemporánea.
La poderosa instalación de caucho vulcanizado, acero y bronce, titulada Quetzalcóatl, alude a las cosmogonías prehispánicas y a los reptiles apocalípticos de las pinturas de Baltasar de Echave Ibía y Alonso López de Herrera.
Un vaso desechable de una afamada cadena de comida rápida representa el nuevo “cáliz”, mientras una caja de cereal intervenida como alegoría de la eucaristía capitalista miran de reojo a las representaciones de la Última Cena, de José de Mora,y del ciclo del apostolado de Cristo, atribuido a los pinceles de José de Ibarra. A su lado, Dibujo silencioso recuerda memorias familiares del artista en páginas de libros que parecen desprenderse de los textos que portan los evangelistas.
La apuesta de un bat de beisbol con repujados anuncia el éxtasis de san Francisco de Asís y el brocado de la casaca del virrey duque de Linares. En frente, los mensajes cifrados –como evocación de luz– de un nuevo tiempo neobarroco, remiten a las teorías estéticas del italiano Omar Calabrese. Como el pneuma o espíritu divino pende Constelación, en espejo con los pasajes cristológicos del sevillano Sebastián López de Arteaga.
Finalmente, en la sala dedicada a José Juárez se encuentran los relatos de las vidas de santos y martirios con los bumperscromados que siguen el movimiento curvo y ascendente que normó la plástica y el universo del barroco. Concluyen dos raquetas de ping-pong con elaborados patrones de acanto y la presencia del Agnus Dei o Cordero místico, que eleva la mirada del espectador hacia la promesa de vida eterna para los niños Justo y Pastor.
El proyecto educativo que acompaña la muestra se compone de un módulo de mediación al final del recorrido, en el cual niñas, niños y jóvenes podrán realizar sus propias creaciones a través de diversos materiales, texturas, formas y técnicas.
Asimismo, habrá conversatorios que brindarán las claves interpretativas para que los públicos accedan al valor conceptual de la exposición. Destaca la charla presencial en la que participarán la directora del Munal, Carmen Gaitán; el artista Darío Escobar y Michel Blancsubé, co-curador de la muestra.
Error afortunado
Darío Escobar (1971), originario de la ciudad de Guatemala, estudió arquitectura, lo que implicaba, entre otras cosas, interesarse en las ricas tradiciones civiles y religiosas de herencia virreinal. El artista solicitó su admisión a un programa de conservación arquitectónica de la Real Academia de San Fernando en Madrid, España. Su razonamiento era que así podría reorientar sus conocimientos prácticos hacia el patrimonio colonial de su país natal. Cuando llegó a Madrid se enteró con disgusto de que no había llenado los documentos correctos. En realidad, había solicitado y recibido aceptación en un programa de estudio muy distinto: el de conservación de pintura y escultura. Sin embargo, la accidental solicitud de Escobar fue afortunada, la que lo llevaría a distanciarse de la arquitectura y adentrase en el aprendizaje de las técnicas de creación de imágenes coloniales. Su compromiso activo con la restauración de pinturas, esculturas y metalistería le permitió comprender las complejidades y las posibilidades del arte barroco, así como la vinculación del sujeto con la cultura de masas, la elaboración de las nuevas identidades en función del consumo y el cuestionamiento de lo popular y lo culto.
Darío Escobar ha exhibido su obra en ciudades de América Latina, Estados Unidos y Europa. Asimismo, fue acreedor a distinguidos reconocimientos, entre los que destaca el Premio Nacional de Artes Plásticas Carlos Mérida, del Ministerio de Cultura y Deportes (MCD) de Guatemala.
Las visitas a la exposición se harán con apego a las medidas de protección sanitaria establecidas por las secretarías de Salud y de Cultura federal.