El especialista Juan Carlos Campuzano hablará sobre cómo París transformó a Diego Rivera y a Pablo Picasso

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- El jueves 10 de agosto a las 17:00 en el contexto de la exposición Picasso y Rivera. Conversaciones a través del tiempo; entrada libre
- La capital francesa representó para ambos el descubrimiento que les permitió ser los artistas que fueron: Campuzano
El investigador en arte moderno Juan Carlos Campuzano encabezará la plática París: Dos artistas modernos, en la que abordará la manera en la cual la capital francesa transformó a ambos creadores, el jueves 10 de agosto a las 17:00 en el área de murales del Palacio de Bellas Artes, en el marco de la muestra Picasso y Rivera. Conversaciones a través del tiempo. La entrada será gratuita.
“Entre 1907 y el inicio de la Primera Guerra Mundial el arte cambió en todos sentidos y París fue la cámara de gestación de todas las tendencias del siglo XX. Para los artistas que llegaron ahí, el reto fue compararse con los franceses. Muchos llegaron y absorbieron todo para regresar a sus países a hacer lo propio, pero ni Rivera ni Picasso fueron artistas que abandonaron sus raíces”, refirió el especialista.
“Picasso era un artista forastero, totalmente desconocido, hasta que se encontró con los hermanos Leo y Gertrude Stein, mecenas a través de quienes conoció a Henri Matisse. Él ya era el gran gurú y mostró un cuadro con el que dijo que estaba inaugurando la pintura moderna. A Picasso le dieron celos y se molestó porque consideró que esa obra no estaba a la altura. Fue entonces que pintó una de las obras más importantes de la historia: Las señoritas de Avignon, donde aparece la figura femenina geometrizada por primera vez”.
Por otra parte, cuando Rivera llegó a París, el cubismo, una de las aportaciones más importantes de Picasso y de Georges Braque, ya había pasado de su etapa experimental a la comercial. Incluso, Rivera reconoció a Picasso como su gran maestro dentro del movimiento, agregó.
De acuerdo con Campuzano, París representó un corte y un descubrimiento para ambos artistas: Picasso venía de una difícil situación familiar. Su padre, José Ruiz y Blasco, fue un pintor modesto y quería que su hijo fuera un pintor de la corte. Pablo tuvo que desprenderse de ello y darse cuenta de que no iba a cumplir los sueños de su padre.
“Él estuvo solo en París y la pasó muy mal en términos tanto económicos como personales, pues su amigo, el pintor y poeta Carles Casagemas se suicidó. Todo eso le sirvió para cortar con su pasado, hacer luto, reinventarse como artista y reencontrarse con el arte primitivo ibérico a través del acervo del Museo de Louvre. Él ya no era español ni francés, sino un artista”.
Por otro lado, Rivera llegó a Europa con la intención de medirse con los grandes pintores del Siglo de Oro español. Sin embargo, la prueba de fuego para los artistas modernos era París, a donde viajó acompañado por Angelina Beloff.
Ahí, Rivera experimentó momentos muy humanos que lo transformaron. Entre ellos, añadió el especialista, su encuentro con Amedeo Modigliani: “Cuando se conocieron, Modigliani estaba en su espiral autodestructiva. Rivera fue una de las últimas personas que hablaron con él a nivel de artista y de ser humano. París fue un lugar que formó a Rivera para ser el artista que llegó a ser, por los encuentros tan eclécticos que tuvo”.
Sin embargo, “fue un periodo que cerró de la manera más amarga, porque el niño que tuvo con Beloff murió en circunstancias penosas, y se acentuó con el estallido de la Primera Guerra Mundial. Entonces, se dirigió a Italia, donde estaba Siqueiros y discutieron el futuro de la pintura mexicana. Cuando regresó a México, Rivera ya traía una idea sobre lo que podría ser la síntesis moderna del arte nacional, no decorativo, sino útil, respetuoso con el pasado indígena”.
Este intercambio que tuvieron en París Rivera y Picasso nos permite entender lo diferentes que ambos artistas fueron entre sí, precisó Campuzano. “Es muy común cuestionar quién fue el mejor de los dos, pero creo que es muy ignorante pensarlo de esa manera, porque entre ellos no hay punto de comparación.
“Picasso es el más importante dibujante del siglo XX. Reinventó el dibujo, y el cubismo es, sobre todo, un método de dibujo. Pero Rivera es un grande en otro sentido: fue un gran cromatista que regeneró la manera de reinventar el color, algo que le sorprendió a Picasso. Fueron dos grandes desde sus discursos plásticos. El problema es que a Picasso no le gustaba hablar de sus influencias y maestros”.
Un aspecto poco estudiado en México sobre las experimentaciones que realizó el muralista, añadió, fue que, dentro del cubismo, ahondó en el cubofuturismo: “Hay algunos cuadros de Rivera que deberían de estudiarse bajo esta categoría, como La niña de los abanicos, porque tiene movimiento.
“Me gustaría que, más allá de los dogmas, se valorara el arte moderno mexicano desde otras perspectivas, y creo que la presencia de Picasso lo permite. Asimismo, me gustaría que se entendiera que el dibujo no es ningún arte menor. A partir de esto se puede ver claramente porqué llegaron a ser los grandes artistas que fueron”.
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