ARTES VISUALES

Manuel Parra, el otro arquitecto del siglo XX, primer libro en México sobre el arquitecto de culto

Boletín No. 1307 - 28 de septiembre de 2015
  • Será comentado por Dolores Martínez, Francisco Arroyo Vieyra, José Luis Cortés, Jorge F. Hernández, Leonor Lascuráin de Parra y Chac
  • El miércoles 30 de septiembre a las 19:00 horas en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes

Por primera vez en México aparece un libro sobre el legado de Manuel Parra (1911-1997), considerado un arquitecto de culto. Se trata de Manuel Parra, el otro arquitecto del siglo XX, que será comentado por Dolores Martínez, Francisco Arroyo Vieyra, José Luis Cortés, Jorge F. Hernández, Leonor Lascuráin de Parra y Chac, el miércoles 30 de septiembre a las 19:00 horas en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.

En entrevista, el editor del libro, Chac, dijo que Manuel Parra, constructor, dibujante, diseñador de muebles, pintor, ceramista, escenógrafo de cine y escultor, fue uno de los artistas mexicanos más peculiares del siglo pasado, debido a que jamás escribió sobre arquitectura, nunca quiso figurar y se rehusó a publicar un libro.

Tras señalar que el volumen “es visual y emocional”, refirió que Manuel Parra “es un artista de culto que hizo casas hogares. Es decir: más que nada era un arquitecto humanista en todos los sentidos”.

Recordó el también arquitecto y dibujante que Parra creó no menos de 300 edificaciones en muchas partes del país. “No hizo condominios, centros comerciales ni torres de 20 pisos. En la Ciudad de México, por ejemplo, sobresalen las casas que construyó en San Ángel. En muchos sentidos, él fue el creador de San Ángel Inn tanto a nivel visual como urbano, debido a que en esta zona diseñó entre 30 y 40 casas”, explicó.

“Sin la presencia de Manuel Parra, San Ángel Inn se hubiera convertido en la colonia Narvarte”, agregó Chac, quien apuntó que el arquitecto también hizo la casa del actor Emilio Indio Fernández y otros prototipos en los estados de Morelos, Veracruz, Guerrero y Guanajuato.

“El valor de cada una de las casas construidas por Manuel Parra es histórico. La suya es una arquitectura con historia, ya que él recuperó los métodos de construcción artesanal, como las techumbres, las vigas y los muros que viven y respiran. Lo más impresionante de todo es que esas casas, aunque tienen un promedio de antigüedad de 50 años, son mantenidas en perfectas condiciones por sus dueños actuales. Entre ellos existe un fervor muy grande hacia Parra”.

Señaló que en las casas diseñadas por Manuel Parra aparecen sus obsesiones, que por otro lado son muy interesantes, como las chimeneas (donde hace una simulación sobre el hogar que da calor), portales o terrazas cubiertas que se interconectan con los espacios. “En pocas palabras, Manuel Parra enseñaba a sus clientes a vivir y esto es algo impresionante en un arquitecto”.

Consideró el entrevistado que las nuevas generaciones deben aprender los conceptos de lo que debe ser una arquitectura humanista, por eso este es uno de los orígenes del libro, cuyo prólogo fue escrito por el arquitecto Carlos Mijares Bracho.

A diferencia de otros arquitectos, a Manuel Parra no le interesó la fama ni el reconocimiento público ni privado. Prefería compartir el tiempo libre con su familia.

A decir de Chac, “Parra fue un arquitecto que se salió de todas las corrientes de los años cincuenta, como el funcionalismo o el modernismo. Él siguió su propio camino, luego de haber sido influido por la arquitectura árabe, morisca, española y de los conventos del siglo XVI”, añadió.

Comentó que en muchas de las casas que construyó, recicló los materiales de otras edificaciones. “Recuperaba puertas o ventanas y con ellas generaba todo un nuevo proceso de creación. Su arquitectura era artesanal. Asimismo, le daba su propio lugar a cada uno de sus trabajadores”.

Afirmó que en todas sus construcciones, realizadas entre 1938 y 1997, aparecen conceptos desconocidos para las nuevas generaciones de arquitectos, como la calidez, el sonido y el uso de las luces, las sombras y las penumbras.

“Manuel Parra era admirado, odiado o imitado, pero en todos los casos siempre causó polémica”.

Leonor Lascuráin, viuda del arquitecto, recordó que a él “no le gustaban las entrevistas, ni relacionarse con otros colegas ni dar clases. Se negó a hacer libros (a pesar de que Random House tenía interés en publicarle uno), a autopromocionarse, a ser conocido y a tener más clientela; no tuvo discípulos. En fin, prefería permanecer con su familia, por lo que nunca se habló en el hogar de arquitectura. Para él, la arquitectura no era un trabajo, sino un gusto y un juego.

“Fue un hombre libre, al grado de que Edmundo O’Gorman lo envidiaba por ello. A Parra le interesaba estar en el campo y pasear. Renunció a la fama en nombre de su libertad e independencia”, concluyó su viuda.

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