El investigador y periodista Rodrigo Hidalgo invitó a conocer la Ciudad de México y apropiarse del espacio público
- Dio la charla 1968. Postales de una ciudad olímpica, ayer en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes
- Era una ciudad muy diferente a la que conocemos ahora. El mensaje que se buscaba proyectar era el de un país moderno, cosmopolita: Rodrigo Hidalgo
Con el propósito de invitar al público a reflexionar acerca de la Ciudad de México, para conocerla, recorrerla y comprender los cambios físicos que ha experimentado a lo largo de 50 años, el periodista Rodrigo Hidalgo ofreció la charla 1968. Postales de una ciudad olímpica.
La plática se llevó a cabo ayer miércoles 18 de abril en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes –a invitación de la Dirección de Arquitectura del Instituto Nacional de Bellas Artes— y sirvió de marco para la celebración del Día Internacional de los Monumentos y Sitios.
Ante un numeroso público que llenó la sala, Rodrigo Hidalgo invitó a un viaje nostálgico por el México de hace medio siglo, cuando la capital del país se preparaba para recibir al mundo con motivo de las Olimpiadas de 1968.
“Era una ciudad muy diferente a la que conocemos ahora. El mensaje que se buscaba proyectar era el de un país y una ciudad modernos, cosmopolitas, capaces de recibir al mundo sin ningún problema”, afirmó.
En contraste a toda esa efervescencia arquitectónica que preparaba los espacios para la realización de los Juegos Olímpicos –acotó el investigador— se daba el movimiento estudiantil del 68, en un año que fue convulso para muchos países, principalmente protagonizado por sus estudiantes.
Había dudas si se realizaban las Olimpiadas o no, pero se hicieron, pues los Juegos Olímpicos significaban “un oasis en medio de un mundo atribulado”, decía la propaganda oficial en México, rememoró el especialista.
Y agregó: “Fue un año de rupturas en todo el mundo, pues surgieron movimientos políticos, movimientos armados, pero en definitiva fue un año en el que comenzaron muchas cosas que hoy son parte de la vida cotidiana de México, fue el inicio de una nueva sociedad: moderna, cosmopolita, compleja y dinámica, decía la historia”.
En el ámbito de las artes fue igual: se dieron al mundo nuevas obras literarias, pictóricas, escultóricas, y en materia de arquitectura la Ciudad de México amplió literalmente sus horizontes con la construcción de los recintos donde habrían de desarrollarse los Juegos Olímpicos.
En ese sentido, Rodrigo Hidalgo hizo un recorrido por la Ciudad de México apoyado en fotos de la época proyectadas en una pantalla. Destacó la identidad gráfica de las Olimpiadas y toda su simbología, basada, dijo, en la cultura huichol, misma que pobló la capital, desde Reforma e Insurgentes, hasta Periférico y Xochimilco.
Recalcó asimismo la construcción de las primeras líneas de la red del Metro, además de Villa Coapa y la Villa Olímpica (a cargo de los arquitectos Manuel González Rul, Ortega Viramontes, Hernández Navarro y Torres Martínez), para albergar a atletas, jueces y periodistas de todo el mundo; el nacimiento de la Ciudad Deportiva con el Velódromo y el Palacio de los Deportes, trabajo en el que intervinieron los arquitectos Félix Candela, Enrique Castañeda y Antoni Peyrí.
De igual manera, hizo referencia a la creación de la Ruta de la Amistad, formada a partir de una serie de obras escultóricas de amplio formato realizadas por artistas de diversos países y donadas a México; y a las Torres de Satélite (Luis Barragán-Mathias Goeritz, 1958) que se pintaron de color naranja.
Explicó que también se utilizó el Estadio Olímpico Universitario, —construido años antes— como espacio principal para la inauguración y competencias de atletismo; recordó que para ello se propuso ampliar el cupo del mismo, lo cual no se concretó.
Aseveró que toda esa construcción arquitectónica de la ciudad se dio con la idea de que México se iba a abrir y mostrar al mundo, por lo que era necesario ofrecer lo mejor del país.
Rodrigo Hidalgo concluyó con la invitación a que el público conozca y reconozca su ciudad. “Aunque no es la misma de hace 50 años, es necesario salir y caminarla, recorrerla, explorarla y, sobre todo, apropiársela, y recuperar lo que se llama ‘el espacio público’”.
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